Es probable la recuperación del ritmo de crecimiento para 2018

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El entorno global mejoró en los últimos meses de 2016 y continúa haciéndolo a principios de 2017.
A pesar de esta mejoría las perspectivas para 2017 y 2018 cuentan con mayor incertidumbre de lo habitual, lo cual sesga los riesgos a la baja y tiene como principal fuente la política económica de la nueva administración estadounidense.
Las presiones de políticas proteccionistas y en contra de la migración por parte del nuevo presidente de EE.UU., ya tienen efectos adversos sobre las variables económicas en México, lo que influirá en una desaceleración del crecimiento este año. Es factible que las políticas del gobierno de Estados Unidos tengan sólo efectos cíclicos y no estructurales en la economía mexicana.
Es crucial que el gobierno cumpla con el objetivo de déficit fiscal para este año. Con ello la deuda como porcentaje del PIB se estabilizará, lo que enviará una señal positiva a los mercados y reducirá la posibilidad de que se baje la calificación de deuda soberana del país.
El entorno global mejoró al cierre de 2016 y continúa haciéndolo a principios de 2017. El crecimiento mundial se aceleró en el último trimestre del año pasado y los índices de confianza han mejorado en todas las áreas, con un avance en los indicadores del sector industrial junto a una incipiente mejora del comercio internacional. De este modo, el crecimiento global debería aumentar ligeramente del 3.0% en 2016 al 3.2% en 2017 y 3.3% en 2018.
En particular, en EE.UU se estima un crecimiento de 2.3% y 2.4% en el Producto Interno Bruto de 2017 y 2018, respectivamente; en China se pronostica un avance económico del 6.0% en 2017, que se reduciría a 5.2% en 2018, dadas las vulnerabilidades a las que se enfrenta ese país por una política económica más orientada a garantizar la estabilidad financiera que a mantener el crecimiento.
De acuerdo con el análisis “Situación México”, elaborado por los economistas de BBVA Bancomer, a pesar de esta aceleración, las perspectivas para 2017 y 2018 denotan incertidumbre. La principal fuente de ellas es la política económica de la nueva administración estadounidense.
Al momento, las promesas de estímulos fiscales, desregulación y un ambicioso plan de infraestructura han sido bien recibidas por los mercados de capitales en un entorno de baja aversión al riesgo. No obstante, las amenazas proteccionistas y en contra de la migración del nuevo presidente norteamericano sesgan los riesgos a la baja.
Hay que añadir que existe el riesgo de que las políticas de estímulo fiscal no tengan efectos sobre el crecimiento y generen un incremento inesperado en la inflación, lo que a su vez puede llevar al endurecimiento de la política monetaria de los grandes bancos centrales con consecuencias globales.
El inesperado resultado de la elección presidencial de noviembre pasado modificó el escenario económico en México hacia uno de naturaleza menos favorable, aunque con mucha incertidumbre respecto al grado de adversidad que pudiera presentarse. La posibilidad de modificar las relaciones comerciales con EE.UU pone en riesgo el modelo de crecimiento vigente en el país durante las últimas dos décadas. No obstante, a pesar de la relevancia del tema, los efectos finales sobre la economía dependerán de hasta qué punto se cambien las condiciones de intercambio entre los dos países.
Al momento, y tomando en cuenta que los tratados comerciales vigentes representan beneficios para ambas naciones, consideramos que lo más probable es que estos efectos terminen siendo sólo cíclicos y no estructurales. Sin embargo, este escenario de incertidumbre ya tiene manifestaciones negativas en algunas variables de mercado que harán del 2017 un año retador y de menor crecimiento al que se anticipaba antes de la elección de EE.UU.
Actualmente las variables financieras reflejan las dudas sobre el desempeño futuro de la economía mexicana. El tipo de cambio ha registrado una relevante depreciación desde la elección que lo ha llevado a sobrepasar los 20 pesos por dólar. Relacionado en buena medida con esta depreciación se incrementaron las expectativas de inflación implícitas en los mercados de bonos, que inmediatamente se tradujo en expectativas de una política monetaria más restrictiva y un incremento de hasta 100 puntos base de los rendimientos de bonos gubernamentales de largo plazo.
Ante esta nueva depreciación del tipo cambio y la eliminación de los subsidios a las gasolinas, la inflación se incrementó por encima de la cota superior del intervalo de variabilidad alrededor del objetivo de inflación del Banco de México (4.0%) y se espera que continúe con esta tendencia hasta alcanzar un máximo de 6.0%. Si bien al momento siguen sin presentarse efectos de segundo orden sobre los precios, los riesgos de observarlos hacia adelante se han incrementado.
Como una consecuencia lógica, dado su mandato único de estabilidad de precios, el banco central inició el año con un incremento de 50 puntos base en su tasa de referencia y esperamos que continúe restringiendo su postura, con la finalidad de anclar las expectativas de inflación y evitar los efectos de segundo orden en los precios. En resumen, se esperan condiciones financieras más astringentes para este año.
Anticipamos que los movimientos descritos en las variables nominales se traduzcan  en un menor dinamismo de la economía principalmente vía el consumo. El incremento en la inflación se traducirá en un menor poder de compra, lo cual aunado al alza de las tasas de interés impactará a la baja el consumo privado.
Si a esto se añade la menor inversión esperada como consecuencia de la incertidumbre que priva en la relación comercial de México con EE.UU., se tiene que una buena parte de la demanda agregada experimentará una desaceleración del crecimiento respecto a lo observado en 2016. Ahora bien, es posible esperar un buen comportamiento del sector externo.
Dejando de lado por un momento el tema de la relación comercial, se espera una mejoría de las exportaciones mexicanas ligada a un mayor crecimiento del sector manufacturero de EE.UU, sin embargo este incremento no será suficiente para compensar la caída en los otros componentes, por lo que estimamos que la economía crecerá 1.0% durante el 2017.
Si bien el escenario descrito dista de ser benigno, es de suma importancia destacar que con la información con la que se cuenta al momento, lo más probable es que los efectos de las políticas de la actual administración de EE.UU. sobre la economía mexicana sean cíclicos y no estructurales. Esta expectativa se fundamenta en el hecho de que la estrecha relación comercial entre México y EE. UU es benéfica para a ambas economías. La suma de exportaciones e importaciones de estas dos naciones ascendió a 525,000 millones de dólares y su integración mediante cadenas de valor hace que la región de Norteamérica esté considerada entre las más competitivas a nivel global.
El 16% de las exportaciones de EE. UU tiene a México como destino, lo que lo ubica a nuestro país como el segundo mayor importador de productos norteamericanos, tan sólo detrás de Canadá. México es el principal socio comercial de estados como California, Texas y Arizona, y el segundo de otros 20 estados de la Unión Americana. Cabe destacar que California y Texas son los dos estados más importantes en términos económicos. Adicionalmente, es China y no México con quien la economía norteamericana tiene un mayor déficit comercial, pues este asciende a 347 mil millones de dólares, 5.5 veces el déficit con México.
En suma, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte ha sido positivo para ambas naciones lo que nos hace pensar que la relación comercial no será trastocada de fondo, por lo que los efectos adversos de la presente coyuntura se mantendrán en el plano cíclico y podrían disiparse hacia el futuro. Con base en las expectativas expuestas y la menor incertidumbre hacia adelante, esperamos que tras el moderado crecimiento de 1.0% este año la economía se recuperará durante 2018 y crecerá 1.8%.

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