En defensa DE LA SOCIEDAD CIVIL Y EL BIEN COMÚN
Por Alonso G. Castellot
Es importante dejar claro que estas líneas fueron escritas unos días antes de la elección presidencial en México, con el propósito de señalar, sin importar quien haya ganado las elecciones y por ende ostente el poder, lo que a la sociedad en lo sucesivo nos compete. Uno de los costos más elevados de esta elección 2018 es la grave fragmentación de la sociedad mexicana y una de las peores heridas queda entre la sociedad civil organizada y los seguidores de Andrés López, quienes en apoyo a su líder moral, se unieron para descalificar las iniciativas de organizaciones sociales en materia de educación y anticorrupción, provocando una confrontación sin precedentes en contra de todo lo que suene y sepa a SOCIEDAD CIVIL, juzgando a las OSC con todo rigor, incluso como fraudulentas y corruptas, naturalmente incluidas las personas que las integramos.
Lo relevante del problema es el gran número de mexicanos que integran ambos grupos y que se frenará la participación de las personas ante el descrédito de las OSC. Jamás creí que algún día me enfrentaría a un juicio colectivo tan lamentable, que tendría que interrumpir el transcurso de una conferencia para defender a los mexicanos que, con ética, voluntad y amor al prójimo, buscamos hacer por el bien común; un juicio doloroso detonado por la arrogante ignorancia de aquel que cree saber, pero en realidad desconoce sobre el hacer de la maquinaria social y mucho menos entiende los problemas de la sociedad, así como lo que enfrentan aquellos decididos a ser parte de la solución.
Es indudable que esta escisión retardará el desarrollo del tejido social a menos de que la sociedad civil organizada rompamos el bajo perfil, hagamos a un lado esa discreción que caracteriza a quienes damos por convicción frente a una causa y enteremos e involucremos a los “enojados en contra del sistema” de lo que hacen por México las OSC y los mexicanos que trabajamos con ellas.
Tenemos que mostrar cómo con unos cuantos pesos una OSC logra atender los problemas más dignamente que los programas del gobierno, que, para los mismos efectos, derrochan millones e impactan muy poco.
Hay que salir a platicarle a esos mexicanos sobre la lista de beneficiarios, que puede iniciar con lo más visible como los niños huérfanos formados o los ancianos abandonados atendidos, pero que es muy larga, porque también hablamos de miles de vidas salvadas por muy diferentes motivos, desde enfermedades hasta adicciones, o simplemente el deseo suicida de morir; hablamos de la inclusión de miles de personas o grupos en condición vulnerable, muchos de ellos desde siempre marginados de la sociedad; hablamos de cientos de miles de personas que por la intervención solidaria y subsidiaria de personas comprometidas por medio de la educación, el desarrollo comunitario o la dotación de medios para generar riqueza, tienen una forma de vida cada vez más digna, alejándose paulatinamente de la pobreza extrema que nos ahoga como nación… y todo lo anterior sin contar a quienes dedican parte de su vida a la defensa de los animales o la preservación de ecosistemas y especies, además de aquellos involucrados con el arte, la cultura y las tradiciones, por mencionar solo algunos de los temas que a muchos mexicanos nos preocupan y nos ocupan.
Los integrados en las estructuras de acción de la SOCIEDAD CIVIL tenemos que iniciar agresivamente con la divulgación abierta de lo que hacemos; aprovechemos como nunca las redes sociales, las poderosas ventanas que el entorno digital nos ofrece, salgamos por todos los medios que nos lo permitan, que todos los mexicanos entiendan la importancia y trascendencia de lo que la SOCIEDAD CIVIL hace y que el mensaje sea tan contundente que en lugar de confrontación, sacuda el alma y provoque la unión para trabajar todos juntos por México, como una sociedad poderosa, influyente y factor de cambio; un mensaje que muestre de tal modo la realidad y las soluciones, que sea capaz de multiplicar las voluntades y la decisión de hacer, del nuestro, un México mejor.