La educación financiera
Héctor José Rodríguez Corona
En la actualidad la tendencia de las empresas por generar bienestar en su entorno se ha multiplicado, tanto por iniciativa propia como por la participación de las cámaras empresariales; sin embargo, la responsabilidad social se debe extender tanto hacia afuera como hacia adentro de la empresa, siendo esta última la de mayor importancia pues va más allá de la remuneración justa de aquellos que colaboran con la misma.
La búsqueda del bienestar de los colaboradores es de vital importancia para el éxito de su misión y ésta se puede lograr a través de la educación financiera, considerando todos los beneficios que puede generar en la vida cotidiana del colaborador. México se encuentra en el lugar 54 de 55 en el ranking de analfabetismo financiero y son las empresas las que tienen el poder de generar un gran cambio de forma transcendente, ya que el verdadero valor de fomentar la educación financiera es impactar positivamente en sus colaboradores.
Lealtad de los empleados, incremento de la productividad, mayor aceptación de la marca, reconocimiento de la empresa, son sólo algunos ejemplos de los beneficios que puede tener una empresa al fomentar la educación financiera. La iniciativa de fomentar la educación financiera es un acto libre de la organización que alinea su estrategia de responsabilidad social para dirigirse hacia adentro, repercutiendo en una conexión real con sus empleados. Cuando un miembro de la organización recibe o tiene una formación financiera, toma mejores decisiones para la administración de sus recursos, desde elegir el tipo de crédito personal, vehicular o hipotecario acorde a sus necesidades, hasta planificar para el futuro mediante un plan de ahorro para el retiro.
El Banco de México afirma, que la inclusión financiera es un factor clave para reducir la pobreza e impulsar la prosperidad.
El dinero está en todo lo cotidiano, y el ejemplo más práctico de la necesidad de la educación financiera está en el uso de las tarjetas de crédito o créditos departamentales que manejan tasas de interés con las que, a falta de educación, los usuarios terminan pagando varias veces el valor del producto adquirido. Para el 2015 los mexicanos que usaron un producto financiero se incrementó de 56% a 68% y el hecho de que sea utilizado, no garantiza que se haga de forma correcta u óptima.
En conclusión, así como es claro para todos que si nos lanzamos del techo nos romperemos las piernas, así la educación financiera nos permitirá, con la misma seguridad, no contraer compromisos con instituciones que nos propongan tasas fuera de mercado o condiciones injustas que discapaciten nuestra economía.