De la ética de negocios y su relación con la RSE
Hoy en día es casi imposible negar los beneficios tanto de la ética como de la responsabilidad social empresarial. Sin embargo, tanto su historia como sus bases son diferentes, por lo que es importante conocer sus contrastes para entender mejor sus aplicaciones, pero sobre todo sus límites para así establecer claramente los alcances de cada término y poder seguir aportando para su desarrollo.
El término de Responsabilidad Social Empresarial fue originalmente acuñado por Howard Bowen en 1953, en su libro llamado La responsabilidad social de los hombres de negocios -Bowen, economista keynesiano que vivió en carne propia la crisis económica de los años de 1930 en Estados Unidos y misma que lo marcó para ampliar el espectro de su formación académica e institucionalizada- profesor de economía, fue encomendado para escribir un libro dentro de una colección dedicada al tema de la ética de negocios. Libro que fue financiado por la Iglesia Protestante Americana, donde la finalidad de esta era posicionarse sobre la Iglesia Católica como un actor de peso entre los líderes empresariales. Una vez publicado su libro, Bowen fue acusado de ser Mc-Arthurista y antinegocios.
Dentro de esta breve semblanza histórica habría que señalar al menos 3 características de los orígenes de este término:
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La estrecha historia entre la responsabilidad de los hombres de negocios como la base de la responsabilidad de las empresas
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La influencia de la iglesia en la moral de los empresarios
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La compleja relación entre la ética de negocios y la responsabilidad social empresarial
La responsabilidad social empresarial (RSE) toma diferentes formas con diferentes naturalezas: Unas más intangibles e implícitas como corrientes de pensamiento, estilos de management, políticas internas y objetivos hasta otras más tangibles y concretas como las Direcciones, departamentos e inversiones. Sin embargo, detrás de todas estas formas de RSE son las personas – las que están detrás de la RSE – quienes la hacen funcionar. En un contexto empresarial estos grupos toman decisiones todos los días para desarrollar la RSE en todas sus convenciones, y es precisamente esta serie de decisiones cotidianas a niveles micro lo que sirve de guía para coordinar acciones a niveles organizacionales, es cuando la RSE se vuelva más explícita para todos. Los patrones detrás de estas decisiones tienen una base moral que asiste la configuración de planes donde las empresas puedan tener un impacto socioambiental cada vez menos negativo y que a su vez genere valor para las empresas. Esta base moral es la ética de negocios, misma que nos ayuda a una toma de decisiones más inclusiva. Estas decisiones éticas son casi siempre incómodas para tomar, dado que generan fricciones dentro de las mismas empresas y su forma “tradicional” de operar. La ética de negocios tiene en consideración actores fuera de las empresas y está dirigida casi siempre a largo plazo. Dos variables muchas veces olvidadas por la prisa empresarial de generar beneficios en el corto plazo y sólo para los accionistas.
Es decir, la ética de negocios nace desde la subjetividad moral del individuo para tomar decisiones más conscientes para un mayor número de partes interesadas, pasa por la incomodidad al retar al status quo de los procesos tradicionales para traducirse en acciones. Cuando se coordina y adquiere coherencia a nivel de organizaciones, estas acciones pueden convertirse en la creación de valor agregado para poder llamarse RSE a nivel institucional.
La ética de negocios es un campo de estudio mucho más amplio que la RSE
Se concentra en el individuo como base y nos ayuda a tomar decisiones con una visión íntegra donde estamos más expuestos a las consecuencias de nuestros actos gracias a la inclusión de una dimensión temporal como social mucho más amplia. Uno de los retos más grandes es que estas decisiones se hacen a nivel individual, y, por lo tanto, a niveles microscópicos. Razón por la cual pueden pasar casi imperceptibles pero que en su conjunto tienen un impacto directo en la sociedad.
Imaginemos que trabajas como el head hunter. Recibes a varios candidatos y en la recta final quedan 2 candidatos con capacidades muy similares, pero hay uno mejor capacitado por el puesto dado que tiene más experiencia. Se las presentas a tu jefa y ella te dice abiertamente: ¡Sabes, no quiero para este puesto un hombre de ascendencia africana! Tú insistes de manera diplomática, pero ella ejerce su autoridad esta vez mucho más claramente.
A pesar de que es un caso típico de discriminación el tomar una decisión en contra, implica hacer frente a una autoridad existente que a pesar de que reúne los requisitos para que sea un caso de tribunal esto implica un largo y tedioso procedimiento mismo que además pondría en riesgo tu trabajo y por lo tanto el pagar la renta a final del mes o las colegiaturas de tus hijos. Lo más fácil es simplemente llamar al candidato que te impone tu jefa, descartando a aquel que tú crees que es más conveniente. Sin embargo, si escuchamos un segundo a nuestro instintito, seguramente podríamos evaluar las diferentes opciones por un segundo:
¿Irías en contra de la decisión de tu jefa? Esto implica más tiempo dedicado, más esfuerzos, así como posiblemente poner en riesgo tu trabajo y seguramente dañar la relación que tienes con ella. Pero ¿estarías realmente cómodo trabajando con una persona así?, ¿qué tipo de persona te hace el aceptar estas decisiones?, ¿cuáles serían las consecuencias para este candidato que se ha esforzado para llegar hasta el lugar en que se encuentra?, ¿sería justo?, ¿somos parte de una sociedad racista a la cual criticamos abiertamente en redes sociales pero en realidad es demasiado incómodo hacer realmente algo en contra de eso?, ¿qué tipo de personas privilegiadas somos si no ayudamos a los demás?
¿Qué otras opciones tenemos? ¿Denuncias anónimas a la Dirección de Recursos Humanos o solo te quejas amargamente a la hora de la comida con tus colegas? ¿Estás consciente de que el aceptar estas agresiones te hace cómplice y que, gracias a este pequeño acto, casi invisible, apoyas la reproducción de un sistema deshonesto? Dan Ariely, profesor de psicología americano y de economía conductual, escribió un libro donde explica porque buenas personas hacen cosas malas1 (Ariely, 2012). Ahí explica cómo vivimos en un mundo en constante tensión dual, donde queremos ser buenos con todos, pero también queremos maximizar nuestros beneficios personales.
Es decir, racionalizamos a tal punto que escogemos “mentir poquito” para seguir siendo lo más buenos posibles dentro de un contexto dado. Dan Ariely hizo un estudio con 30 000 personas donde les dio la oportunidad de robar, uno de los estudios con mayor número de participantes en su campo. Dentro de esta gran muestra, encontró 12 super rateros que, en total, robaron 150 USD. En la misma muestra se identificaron 18 000 mini rateros, que en total robaron 36 000 USD.
Este estudio demuestra que los pequeños actos deshonestos son los que en conjunto y por su frecuencia, ocasionan un mayor impacto negativo a la sociedad.
Las teorías de la ética de negocios son varias, pero existen 3 principales dentro de la corriente normativa que nos dice qué deberíamos hacer:
La deontología.
Que se enfoca en el acto y nos dice que aquello ético de hacer debe ser aquello que sigue las reglas máximas universales inspiradas por el kantismo y su imperativo categórico.
El utilitarismo.
Inspirado en Bentham y concentrada principalmente en las consecuencias de nuestras decisiones, mismas que deben seguir el principio de la máxima creación de felicidad para la mayor cantidad de personas.
La virtud de la ética.
De raíces aristotélicas; esta corriente se concentra en la persona, en su dinamismo y en el tipo de individuo que nos queremos convertir si repetimos nuestras decisiones una y otra vez.
La ética de negocios es la base moral que nos ayuda a extender nuestra consciencia para incluir una visión a largo plazo, así como otras partes interesadas. La distancia psicológica creada por un mundo, irónicamente cada vez más alejado de su realidad, no nos exime de nuestra responsabilidad. Cuando gracias a nuestras decisiones construimos paso a paso acciones positivas en nuestro entorno y para nuestra sociedad, y que a su vez crean nuevas formas de valor agregado para nuestras empresas, es cuando el ciclo virtuoso de la ética de negocios y la RSE se completa.