La importancia de educar en valores
Por Mily Cohen
Como cofundadora y vicepresidenta del Museo Memoria y Tolerancia me han preguntado en varias ocasiones mi opinión sobre las posibles soluciones a los problemas de discriminación y violencia que vive nuestro país y el mundo en general. Mi respuesta siempre había sido: “la educación, por supuesto”. Hasta que un día una colaboradora del Museo me dijo:
“Mily, he oído que tu respuesta ante esta pregunta es la educación, pero ¿cómo te explicas que durante la Segunda Guerra Mundial fueron 15 miembros de la élite nazi con educación académica quienes planificaron el asesinato sistemático de once millones de seres humanos?”
Me quedé pasmada, era verdad, quince mentes privilegiadas habían planeado uno de los actos más atroces y bárbaros que haya visto la humanidad. Cada uno de ellos tenía alguna carrera, desde abogados hasta filósofos, estudios de teología y poetas, algunos, incluso, con doble doctorado.
El conocimiento fue usado al servicio del mal.
Esa conversación me hizo recordar una nota que había leído hace años, en donde un sobreviviente del holocausto le escribe a un maestro. Fue una carta que me había inspirado durante la creación del Museo.
Estimado maestro,
soy un sobreviviente de un campo de concentración. Mis ojos vieron lo que ningún hombre debería ver. Las cámaras de gas construidas por ingenieros capacitados. Los niños envenenados por licenciados en medicina. Personas con discapacidad esterilizadas por enfermeras dispuestas. Abogados y jueces creando leyes que permitieran el asesinato. Así que tengo mis sospechas sobre la educación. Mi petición es: ayude a sus estudiantes a ser humanos. Sus esfuerzos nunca deben permitir monstruos expertos o entrenados psicópatas. Saber lectura, escritura y aritmética solamente serán importantes si hacen de nuestros hijos personas más humanas”.
Desde los inicios del Museo siempre tuvimos claro que la misión principal era la de enseñar la memoria histórica para provocar reflexión que derive en acción. El reto siempre ha sido crear un espacio más humano que histórico, porque en las páginas de la historia podemos ver la parte destructiva y la parte constructiva de los seres humanos, pues a pesar del tiempo y los avances sociales que hemos vivido, los seres humanos seguimos siendo iguales, con nuestras grandezas y nuestras miserias.
Este Museo no es solo del pasado es, sobre todo, un museo del presente.
Las imágenes del pasado y de la actualidad se entrelazan para alertarnos sobre las consecuencias del odio y la violencia. Aunque en diferentes momentos históricos y contextos vemos la misma violencia, el mismo odio y esa maldad sin límites que provoca el sufrimiento de millones de seres humanos.
La única y gran diferencia es que hoy, en pleno siglo XXI, en la era de las redes sociales, en un mundo en donde la información está al alcance de todos, es inadmisible dar la espalda; no perdamos el tiempo preguntándonos quién es el responsable, preguntémonos qué hacemos para cambiar la realidad, porque si algo tengo claro es que no somos espectadores de la Historia, somos actores de ella, y somos cada uno de nosotros los que la escribimos con nuestros actos. Es tiempo de darnos cuenta de que los cambios no dependen únicamente de los gobiernos, sino, sobre todo, en la sociedad civil y es a ella a quien apela el Museo Memoria y Tolerancia.
La alarmante violación a los Derechos Humanos y la polarización de la sociedad en México y en el mundo hace que este espacio sea más relevante que nunca. Este Museo representa un espacio abierto a la reflexión y el cambio. Porque la historia no se repite, lo que se repite son los errores, de ahí la importancia de las herramientas educativas de la memoria, no como simple ejercicio de recordar sino, más bien, de actuar.
Porque educar es más difícil que enseñar, ya que para enseñar se precisa saber, pero para educar se necesita ser.
Y cito a Einstein: “El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad”
Muchas veces me preguntan ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo cambiar la realidad? Y yo contesto: aquellos que hacen el mal no se hacen estas preguntas, actúan.
El ser humano es capaz de ejercer la maldad más absoluta, pero también la bondad más increíble.
Aunque sabemos que nuestros actos de bondad crean un impacto, nos es imposible saber hasta dónde llegan, porque son infinitos. Es por esto que, a diferencia de la violencia, en donde el que la ejerce puede ver los resultados de forma inmediata, el amor es un acto de fe, pues no podemos ver todos sus efectos de forma directa.
El milagro del amor es que se multiplica de forma infinita, la desgracia es que no lo podemos comprobar. En estos tiempos en donde nos hemos acostumbrado a lo inmediato, en donde nos guiamos por resultados, en donde todo es visual nos cuesta trabajo creer en lo que no podemos ver. Es por esto que la vida nos exige actuar desde la conciencia, sin requerir pruebas o galardones.
El Museo Memoria y Tolerancia es consecuente con este discurso, sabemos que aprender es importante, reflexionar indispensable, pero nada de esto tendría sentido si no lo llevamos a la acción.
Y como todo proyecto, la unión es lo que lo ha hecho exitoso; grandes y pequeñas empresas ayudan a la sustentabilidad, particulares y académicos apoyan de forma incondicional, voluntarios y colaboradores trabajamos con compromiso.
El Museo Memoria y Tolerancia ha demostrado que somos muchos los que queremos cambiar al país por las vías de la paz. Las cifras también lo avalan, a tan solo nueve años de su apertura, el Museo ya ha llegado a los cuatro millones de visitantes y es el museo privado más visitado de nuestro país.
Somos muchos los que estamos preocupados por los demás y queremos que el mundo cambie o, por lo menos, queremos que el mundo no nos cambie y seguir pensando y haciendo actos para compensar la balanza.
La integridad nos enseña que lo contrario del amor no es el odio, sino el ego. La diferencia entre pensar conjuntamente o egoístamente.
El Museo Memoria y Tolerancia enseña a sentir, porque cada vez que sentimos, nos volvemos un poco más humanos, enseña a mirar dentro de cada uno su propia humanidad, porque cuando la perdemos de vista desaparece en la profundidad de nuestro ser.
Hoy, más que nunca, es necesario contar con espacios y con personas que unan, que inspiren, que construyan. Personas que actúen con humanidad, con mentes fuertes y corazones compasivos. Personas que puedan verse a sí mismas y vean en ellas a la humanidad entera.
“Algún día, en cualquier parte, en cualquier lugar, indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, solo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”
Pablo Neruda, poeta chileno