El drama humano de la migración
Por Mily Cohen Cofundadora y vicepresidenta Museo Memoria y Tolerancia
El Museo Memoria y Tolerancia está comprometido con la memoria histórica como herramienta de aprendizaje para alertar y prevenir las terribles consecuencias del odio y la violencia, al mismo tiempo promueve la educación en valores, el amor al prójimo y el compromiso humano para construir sociedades solidarias y justas.
Sus exposiciones permanentes se dividen en dos grandes exhibiciones: Memoria, que se avoca a los genocidios ocurridos a partir del siglo XX como lo fue, el Holocausto, Armenia, Ruanda, Ex Yugoslavia, Guatemala, Camboya y Darfur. Tolerancia, una muestra sobre la importancia de la tolerancia como camino hacia la convivencia armónica de las diferencias, la riqueza de la diversidad, la discriminación en México, Derechos Humanos, México con sus retos y su extraordinario patrimonio, Grandes Humanistas y el altruismo cómo máximo valor humano.
A través de sus exposiciones temporales el Museo ha construido un sólido discurso a favor de los Derechos Humanos, ampliando la temática hacia cuestiones actuales que necesitan ser visualizadas. Una de sus más importantes exhibiciones fue la de Migrantes, Rompiendo Muros, una muestra que dio a conocer la compleja y dolorosa realidad de los millones de seres humanos que se ven forzados a abandonar sus países en búsqueda de condiciones de vida dignas, seguras y con un porvenir.
Definición de migrante: Suele entenderse que la migración implica un proceso voluntario, la búsqueda de mejores oportunidades económicas y laborales, así como garantías individuales y seguridad. En muchas ocasiones la migración responde también a la violencia y discriminación que los obliga a tomar la decisión de partir.
Definición de refugiado: Es aquel que se ve obligado a abandonar su país de origen por temor, o por ser perseguido y/o ser víctima de violaciones a sus Derechos Humanos, por motivos de raza, religión, ideología política, nacionalidad, o pertenencia a determinado grupo social. El refugiado huye de su país, también, porque su vida, seguridad o libertad está amenazada por motivos de violencia generalizada, agresiones locales o extranjeras, conflictos internos y la ausencia de un futuro para ellos y sus hijos.
Confundir los términos de ‘refugiados’ y ‘migrantes’ resta atención a las protecciones legales específicas que requieren los refugiados, como la protección contra la devolución y la despenalización del cruce de fronteras sin autorización con el fin de buscar seguridad.
en la actualidad millones de personas se han visto obligadas a salir de sus lugares de origen por diversos motivos: pobreza, violencia, conflictos internos, guerras o problemas medioambientales.
Aquel que migra deja atrás su hogar, familia, estudios, sueños y raíces. Las pocas pertenencias que pueden llevar consigo son cosas prácticas y significativas: papeles que los identifiquen, un poco de dinero, fotos de su familia y alguna estampa de un santo. Cada objeto representa los recuerdos, esperanzas e identidades de miles y miles de migrantes que cruzan las fronteras en la búsqueda de un futuro mejor.
Entender la complejidad del fenómeno migratorio nos ayuda a trascender los prejuicios, y ver una realidad que nos incumbe a todos. Requiere informarnos, comprometernos y luchar por los derechos a una vida digna para todos los seres humanos del planeta.
Buscar mejores condiciones de vida no los hace criminales, los hace humanos
La guerra, violencia y persecución en todo el mundo han obligado a 70.8 millones de personas a abandonar sus hogares para salvar sus vidas; en 2018 un promedio de 25 personas por minuto es forzada a huir a otros países o dentro de las fronteras de su país.
Más de 272 millones de personas en el mundo viven fuera de su país de origen.
Desde el 2014 hasta el 2019 se han documentado al menos 4,000 muertes anuales en promedio, en las rutas migratorias. Este es un dato infra reportado porque en general las muertes de los migrantes no se investigan o reportan.
En 2017 se registraron 46,811 llegadas a Europa por el Mediterráneo, de las cuales 1,092 perdieron la vida.
Desde 1995 más de 4 millones de centroamericanos han atravesado México.
Entre 2010 y 2015 1,718 migrantes mexicanos murieron en la frontera con Arizona.
Solo en 2017, alrededor de 9,000 menores mexicanos no acompañados fueron repatriados de los EE.UU. Mientras tanto, en México, de los 18,300 menores no acompañados provenientes de Guatemala, Honduras y El Salvador 16,162 fueron retornados a sus países de origen.
Los menores migrantes enfrentan peligros como el tráfico de órganos o el riesgo de ser reclutados por el crimen organizado.
A nivel mundial se calcula que entre el 49.1 % y el 47.9 % de las personas en la migración son mujeres.
En la frontera de México con Guatemala se venden las pastillas abortivas como parte del kit de viaje para las mujeres que van entrando a México.
La trata de personas es recurrente, en su mayoría las víctimas son mujeres y niñas con fines de explotación sexual y laboral.
Hay más de 37 millones de personas de origen mexicano radicando en EE. UU., de ellos, 12.7 millones han nacido en México; y aproximadamente 6.35 millones carece de los documentos migratorios necesarios para radicar legalmente en EE. UU.
Es necesario humanizar y darle rostro a la tragedia que viven millones de seres humanos. Las cifras nos ayudan a dimensionar este fenómeno humano, sin embargo, las cifras son frías, pasan por la razón y no por el corazón. Mientras no humanicemos a las personas, estas se convierten en seres anónimos, hombres, mujeres, jóvenes y niños de aire, sin patria, sin casa, sin pleno Derecho. Esta condición los hace presa fácil para el crimen organizado y autoridades corruptas, haciendo extremadamente difícil su trayectoria, su seguridad y la aplicación de la justicia. Pareciera que una persona sin papeles es una sombra que puede desaparecer en el fondo de la maldad humana sin que se sepa más de ella. Tenemos la obligación de darle rostro, nombre y contexto a cada uno de ellos, únicos e irrepetibles seres humanos que merecen ser vistos y socorridos.
Ninguna persona deja su hogar al menos que su hogar se convierta en su tumba
Cada migrante tiene una historia de dolor, violencia y pobreza que los obliga a cruzar mar y tierra a pesar de los peligros en el camino.
La mayoría de los pequeños y adolescentes no acompañados que deciden emprender su viaje hacia el norte obedece al deseo de reencontrarse con sus padres; otros huyen para no ser reclutados por las maras y el crimen organizado.
“Me esperaban afuera de la escuela, nos trataban de reclutar diciéndonos que la escuela era muy aburrida. Cuando me negaba, me decían que me iban a matar, me amenazaban. Me quitaban la mochila, los cuadernos, el dinero que trajera, me golpearon más de una vez. La última vez me dieron con una botella en la cabeza, me dejaron sangrando”, joven indígena guatemalteco Fuente: La Opinión de Los Ángeles
“He tenido que hacerle favores a la pandilla para sobrevivir, pero ellos han llegado a pedir que mate, que mate a alguien. No lo voy a hacer y por eso nos fuimos de ahí con mi mamá”. Adolescente de 14 años, procedente de El Salvador Fuente: La Prensa Gráfica de El Salvador
México y el refugio:
México es un país de origen, tránsito, destino y retorno de la migración internacional.
México enfrenta una difícil y compleja situación. La violencia a gran escala y pobreza extrema de la Región Norte de Centroamérica, Guatemala, El Salvador y Honduras ha escalado en los últimos años, forzando a decenas de miles de personas a cruzar las fronteras y buscar protección en países como México.
Estaciones migratorias en México:
La situación de la mayoría de las estaciones migratorias en nuestro país es deplorable ya que en muchas de ellas no se siguen procesos legales y con apego a los Derechos Humanos.
Estos espacios están diseñados como cárceles. En muchos casos, los migrantes recluidos sufren maltrato, vejaciones, tortura y privaciones por parte de los oficiales de migración, además de correr el riesgo de ser entregados (o más bien vendidos) al crimen organizado.
Solidaridad:
La muestra de solidaridad y compromiso ha llevado a individuos y organizaciones de la sociedad civil a emprender valerosas acciones para atender las necesidades de los migrantes en su tránsito por México, volviéndose también blanco y víctimas de la violencia que atenta contra los migrantes cuyos derechos desean proteger.
“Un defensor de Derechos Humanos es antes que nada un sensor, una persona solidaria, humanista y con fe. Es un creyente en el ser humano.” Pbro. Alejandro Solalinde Guerra
Los albergues y casas de migrantes son espacios de salvaguarda y protección para migrantes, muchos de ellos en graves estados de agotamiento, otros enfermos, vejados o agredidos. Sin embargo, no existen refugios suficientes para tantos migrantes y los que existen enfrentan problemas de financiamiento y agresiones del crimen organizado.
Defensores y defensoras de los Derechos Humanos de migrantes luchan por su protección y sensibilizan sobre la importancia de dignificar la vida de los migrantes y no criminalizarlos ni estigmatizarlos. La sociedad civil también podemos ayudar:
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- Súmate y organiza actividades que promuevan la concientización y sensibilización sobre las personas refugiadas y migrantes.
- Emplea a personas refugiadas. Las personas refugiadas quieren contribuir a las sociedades que los reciben y ser partes activas de la economía local. En México, las personas refugiadas tienen permiso para trabajar.
- Intégrate como voluntario o dona (ya sea en especie o económicamente) a Organizaciones y/o Fundaciones que tengan como misión trabajar con migrantes y refugiados. Entre ellas se encuentra ACNUR Médicos Sin Frontera, Casa Refugiados, SIN trata, Soy Migrante, Hermanos en el Camino, entre muchas otras.
El camino del migrante es un camino duro y solitario. Si los acompañamos podemos contribuir para hacer más llevadera la vida de quienes han tenido que dejar todo atrás para recomenzar de nuevo en otro país.
Brindar condiciones de vida digna no es un acto de caridad sino de justicia