Amenazas y oportunidades
POR RAÚL FRANCHI / Profesor del área académica de Factor Humano de IPADE Business School
Una crisis ambiental se cocina a fuego lento alrededor del mundo. A modo de gigantesca marabunta, el sistema socioeconómico y político actual devora la vegetación, el aire, la vida y los mares del planeta común. Basta un ejemplo: México ocupa el quinto lugar del orbe en la tala de bosques para traficar sus maderas, cultivar la tierra o alimentar ganado. Esta práctica es tolerada o fomentada por gobiernos que sólo ven negocios, bosques que estorban la minería o ciertas vías de comunicación que elevan la plusvalía de los terratenientes.
En paralelo, recientemente hemos experimentado un fenómeno de consecuencias incalculables. Grandes ciudades desiertas, amplios sectores de la economía congelados, gobiernos paralizados y buena parte de la humanidad encerrada en casa. Por primera vez en la historia una misma amenaza nos ha confinado en casa a ti, a mí, a la comunidad mundial. Este hecho superó todas las novelas de ciencia ficción.
¿Qué relación guardan ambos fenómenos? Esta situación exige actos solidarios de proporciones épicas. Piensa en los millones de personas que continúan prestando servicios indispensables, incluyendo los centros de salud, a riesgo de contagiarse. Miles han muerto heroicamente. También considera la porción de la humanidad que carece de prestaciones médicas, que se encuentra sin empleo o en dificultades para sostener su institución o negocio.
Por otra parte, el fenómeno acelera nuevos hábitos como el trabajo y el estudio en casa, que en el largo plazo incidirán profundamente en la disminución del tráfico y el descongestionamiento de los grandes núcleos urbanos. Como nunca, la situación pone a prueba a los gobiernos, a las empresas y al mundo entero. Todavía no sabemos de qué manera o en qué condiciones saldremos de esta, pero es seguro que no seremos los mismos. El paréntesis que vivimos llama a revisar lo que somos, lo que hemos logrado, lo que queremos.
El verdadero enemigo para vencer es un virus social, histórico y cultural que debilita la inteligencia y la voluntad, modificando de raíz nuestros estilos de vida. Afecta por igual en todos los continentes, a pobres y a ricos, a jóvenes y viejos, hombres y mujeres, en quienes provoca un desequilibrio interior. De hecho, paradójicamente, el síntoma principal es permanecer encerrados, pero en nosotros mismos.
Si la presente pandemia mantiene a la población del planeta confinada en casa, esta enfermedad mantiene aislada a cada persona, pero en su propio mundo interior, impotente para acudir al encuentro de los otros. Cuando se agota la esperanza el hombre se precipita en la desesperación. Hoy día se habla mucho de esperanza de vida, lo que significa cuántos años vivimos en promedio. Lo importante no es cuántos años vivimos, sino cómo los vivimos. Lo fundamental, en la esperanza de vida, es ser capaces de vivir a plenitud.