¿Qué podríamos proyectar para dentro de tres décadas?
POR RAÚL FRANCHI
En su informe de 2015 sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la ONU ofreció una visión optimista. Dos décadas antes, casi el 50 % de la población en las regiones en desarrollo vivía con menos de 1.25 dólares diarios y este porcentaje había descendido a 14 % al rendir dicho informe. El porcentaje de personas con nutrición insuficiente cayó a casi la mitad y otro tanto ocurrió con la tasa de mortalidad de niños menores de 5 años. Con la crisis sanitaria ha habido un retroceso en materia de inclusión social, pero queda claro que la tendencia global positiva continuará.
Con todo, la propia ONU también ofrece datos mucho menos halagadores. Las emisiones de dióxido de carbono, por ejemplo, se incrementaron en más del 50 % desde 1990. Sólo en el 2010 se perdieron bosques en un área de 5.2 millones de hectáreas, equivalente al tamaño de Costa Rica. Para fines de 2014, los conflictos han obligado a casi 60 millones de personas a abandonar sus hogares.
“El futuro ya no es lo que era antes”
Quo vadis es una frase latina que significa «¿A dónde vas?», lo que todo líder ha de cuestionarse sobre sí mismo, sobre su organización, su país, el mundo… Son tres los factores que pueden revertir las tendencias negativas y acelerar las positivas:
- Tecnología
- Educación
- Buen gobierno
La tecnología es un arma de doble filo que trabaja para el fin común dentro de una comunidad global virtuosa, sólo posible mediante una educación humanista, cuyo efecto natural son gobiernos que a su vez incentivan -responsablemente- las tecnologías adecuadas. Me centraré en estas últimas.
La tecnología puede transformar el mar en agua potable, los desiertos en vergeles y la luz solar en energía, pero los mercados castigan cualquier sobreprecio y desaceleran estas posibilidades. El punto crítico es que los grandes cambios detrás de las actividades humanas se produzcan en un marco de justicia e inclusión social.
Declaró Benedicto XVI en 2004 que: “Si la globalización en la tecnología y en la economía no está acompañada por una nueva apertura de la conciencia hacia Dios, ante quien todos nosotros tenemos una responsabilidad, entonces esa globalización concluirá en una catástrofe”. Hemos de asegurar que la tecnología sirva al hombre y en este camino las posibilidades son inagotables. “El futuro ya no es lo que era antes”, pues ahora la velocidad del cambio es geométrica. Podríamos referimos a este nuevo mundo con el término empresas de la nube, acentuando el carácter intangible e infinitamente reproducible de los nuevos productos y servicios, y por su asentamiento en el mundo digital.
En este contexto, Amazon sigue creciendo, en tanto que una moribunda Barnes & Noble sigue los pasos de Borders en libros y de Blockbuster en videos. Las convergencias tecnológicas permiten que ese pequeño teléfono móvil substituya a cientos de kilogramos de artefactos del pasado: una computadora, un teléfono, una cámara fotográfica, una cámara de video, un reproductor de música, una biblioteca completa, un dispositivo de mensajes, una grabadora de voz, hasta una lámpara y muchas cosas más.
Un futuro bien diseñado permitirá que la educación, humanista desde luego, llegue a todos los habitantes del planeta, así como el trabajo, la diversión y la cultura. La inclusión digital es una posibilidad real y lo importante es cómo canalizar estas oportunidades para crear el futuro, un mañana promisorio que resuelva las amenazas ambientales, satisfaga las necesidades sociales y difunda los valores espirituales.