México enfrenta una creciente ola de orfandad tras la pandemia
A tres años del inicio de la pandemia de Covid-19, México confronta una realidad desgarradora: más de 244,000 niños y adolescentes se han quedado huérfanos. Esta cifra, que refleja las consecuencias devastadoras de la crisis sanitaria, trasciende la mera estadística para revelar historias personales de pérdida y resiliencia.
Desde marzo de 2020, el país ha experimentado no solo una crisis de salud pública, sino también una crisis social y familiar. Las muertes causadas por el Covid-19 han dejado un vacío irremplazable en muchas familias mexicanas. Según un estudio publicado por Expansión, entre marzo de 2020 y agosto de 2023, aproximadamente 157,700 niños y niñas perdieron a uno o ambos padres, mientras que otros 169,500 se vieron privados de sus cuidadores principales o secundarios.
El doctor Gustavo Olaiz, coordinador general del centro de investigaciones en políticas, poblacionales y salud de la UNAM, destaca que la pandemia ha sido múltiple en sus efectos, afectando no solo la salud física de las personas, sino también las estructuras familiares y sociales. En sus palabras, “No es una, son tres pandemias”, refiriéndose a los múltiples niveles de impacto.
Estos números colocan a México en una posición alarmante: es el tercer país con más menores en orfandad debido al Covid-19 entre las diez naciones con mayor número de muertes relacionadas con el virus. La orfandad, en este contexto, se ha convertido en un tema de urgencia nacional.
La pandemia ha revelado las vulnerabilidades del sistema de salud y ha evidenciado la necesidad de políticas y programas de apoyo más robustos para atender a los menores afectados. La pérdida de un padre, madre o cuidador no es solo un golpe emocional, sino que también plantea desafíos económicos y sociales significativos para los niños y niñas afectados.
Esta situación exige una respuesta integral que aborde tanto las necesidades inmediatas como las a largo plazo de los huérfanos de la pandemia. La comunidad, el gobierno y las organizaciones no gubernamentales deben trabajar juntos para garantizar que estos niños y adolescentes reciban el apoyo necesario para superar esta adversidad y construir un futuro prometedor.