LA ACEPTACIÓN DE LA DISCAPACIDAD EN LA SOCIEDAD
POR YVETTE MUCHARRAZ Y CANO
Directora del Centro de Investigación de la Mujer en la Alta Dirección del IPADE Business School.
KARLA CUILTY ESQUIVEL
Investigadora del Centro de Investigación de la Mujer en la Alta Dirección del IPADE Business School.
En México, uno de cada 6 mexicanos tiene algún tipo de discapacidad. A nivel mundial llega a ser el 15 % de la población total. En muchos casos, las oportunidades a las que acceden son limitadas desde que se complica su participación en la educación a todos los niveles. Por ejemplo, sólo 4.2 % de las mexicanas con alguna discapacidad logran cursar estudios superiores (Bárbara Anderson, Invisibles, 2022).
Fomentar la aceptación e integración de quienes viven con alguna condición temporal o permanente que salga del estándar, comienza por conocer los diferentes tipos de discapacidad: talla baja, parálisis cerebral, ceguera, sordera, discapacidad motriz, intelectual y psicosocial. Recientemente se ha hecho énfasis en la neurodivergencia, que se vincula especialmente con aquellas condiciones relacionadas con la salud mental. Es importante también tener en cuenta que puede haber personas que viven con más de una discapacidad.
Cada tipo de discapacidad presenta sus propios retos; sin embargo, un cambio en la percepción ocurrió a partir de la década de los setenta donde se abordó el aspecto social, es decir, se consideró que la sociedad es la que llega a marginar, aísla y dificulta la inclusión de las personas con alguna de estas condiciones.
Anderson destaca en su libro que cuando una persona nace o adquiere una discapacidad, es como si “perdiera derechos”, ya que enfrenta dificultades para acceder a la educación, al empleo, entre otros.
Las autoridades en conjunto con la sociedad en general, tendríamos que garantizar la inclusión mediante la habilitación de espacios y ambientes donde todos sean acogidos. Este cambio de paradigma implica una reingeniería a nivel social basada en la consideración de una amplia gama de condiciones que enfrentan las personas con este tipo de condiciones y sus familias, así como en la búsqueda de esquemas que permitan incluir a todos. Una de las recomendaciones de Anderson es convivir con personas con discapacidad para conocer su potencial y comprender las barreras que enfrentan.
Entre los principales desafíos está la inclusión al mercado laboral debido a prejuicios y falta de accesibilidad. En México, apenas el 38 % de las personas con discapacidad está empleada (INEGI, 2021), un porcentaje inferior en casi 30 puntos respecto a la población en general. Una buena estrategia para reducir o eliminar estos prejuicios es enfocarse en las habilidades del puesto, además de hacer las adecuaciones razonables para diseñar el trabajo, aprovechando la tecnología para darles apoyo.
Además del trabajo remoto que puede requerir el uso de herramientas de cómputo, hoy existe software que facilita algunas tareas, por ejemplo, en los casos de discapacidad visual. Adicionalmente, es recomendable considerar la trayectoria de carrera para que la persona pueda ir creciendo dentro de la organización y no se quede estancada. También, vale la pena considerar las fortalezas y aportaciones de quien aplica al puesto. Se piensa que las personas con discapacidad suelen desarrollar habilidades como un mecanismo de adaptación o compensación, lo que podría representar una ventaja. Un ejemplo de ello podría ser el caso de quienes tienen ceguera y colaboran en los call-centers; se dice que tienen un oído más agudo,
lo que les permite identificar las emociones del cliente con mayor precisión, agudeza y rapidez.
Lograr una sociedad incluyente es una tarea colectiva que se construirá con la empatía y el reconocimiento a las habilidades y derechos de todas las personas, independientemente de sus circunstancias.
