MIGRACIÓN DE LAS PLANTAS

EN LOS BOSQUES NUBLADOS DE MESOAMÉRICA

Por Klaus Gérman phinder

En los bosques de niebla de Mesoamérica, donde el aire se satura de humedad y la bruma cubre el paisaje, las plantas han comenzado a moverse en busca de un refugio. Desde 1979, diversas especies han ascendido entre 1.8 y 2.7 metros por año en un intento por adaptarse a las transformaciones del clima. El cambio en las condiciones ambientales ha hecho que las altitudes en las que prosperaban ya no sean adecuadas para su supervivencia, obligándolas a buscar nuevos hábitats en elevaciones mayores.

Este fenómeno es una señal clara de los profundos efectos que la crisis climática está generando en los ecosistemas. Aunque los bosques de niebla representan solo el 1 % del territorio de la región, albergan más de 6,000 especies de plantas vasculares, lo que equivale al 18 % de la biodiversidad vegetal de Mesoamérica. A pesar de esta riqueza, menos del 20 % de estos bosques cuentan con protección, lo que los hace vulnerables a la degradación.

Uno de los principales desafíos es la escasez de datos sobre la dinámica de desplazamiento de los árboles y otras especies vegetales. Para abordar este problema, los investigadores recurrieron a un banco de datos global que documenta la ubicación y la fecha de avistamiento de especies. Combinando esta información con imágenes satelitales del relieve y la altitud, lograron reconstruir el desplazamiento de 1,021 especies de plantas en las últimas tres décadas.

El análisis reveló que aproximadamente el 36 % de estas especies han migrado a zonas más elevadas, escapando tanto del cambio climático como de la deforestación. Sin embargo, este movimiento no es garantía de supervivencia. Además, la expansión de la actividad humana y la tala de bosques dificultan aún más su adaptación.

El impacto de esta transformación va más allá de la vegetación. Los bosques nublados desempeñan un papel crucial en la regulación del agua, ya que su densa humedad actúa como un sistema natural de captación y distribución del recurso. Si este ecosistema colapsa, las consecuencias también afectarían a las comunidades humanas que dependen de él.

En cada visita a estos bosques, los científicos han observado cómo la niebla y la humedad crean un microclima particular. Incluso cuando afuera el cielo está despejado, dentro del bosque la llovizna es constante, una muestra de su importancia en el ciclo del agua. Sin embargo, con los cambios actuales, esta estabilidad natural está en riesgo.

El desplazamiento de las plantas en las montañas de Mesoamérica es un testimonio silencioso de cómo la naturaleza responde a las alteraciones climáticas.

Sin embargo, la pregunta sigue abierta: ¿serán capaces de adaptarse a tiempo o estamos presenciando el inicio de una pérdida irreversible?

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