Cómo evolucionan la imagen y la reputación desde la responsabilidad social

A lo largo de más de dos décadas de trayectoria, he sido testigo y partícipe de la evolución de la responsabilidad social empresarial (RSE) y de cómo esta ha moldeado —y sigue moldeando— la imagen y reputación de las organizaciones. Hoy, más que nunca, la manera en que una empresa es percibida está profundamente ligada a su coherencia ética, su impacto social y su compromiso con la sostenibilidad.

En múltiples espacios como conferencista internacional —incluida mi participación en Latam Speakers Association— he abordado los cambios que han experimentado las empresas al incorporar enfoques más humanos y responsables en sus estrategias de comunicación. Esta transformación ha sido paulatina, pero contundente.

Hace unos años, hablar de reputación corporativa era casi sinónimo de relaciones públicas o control de crisis. Hoy, la conversación es mucho más profunda. La reputación se construye desde adentro, desde una cultura empresarial genuinamente comprometida con el entorno y con sus grupos de interés. La imagen ya no se fabrica, se vive.

Los medios tradicionales han cedido protagonismo ante una ciudadanía más informada y participativa. La comunicación corporativa debe ser ahora más transparente, bidireccional y basada en evidencia. Los informes de sostenibilidad, las narrativas que surgen desde los empleados, los clientes y las comunidades son los nuevos pilares que sostienen la reputación.

Desde la perspectiva de la responsabilidad social, el reto no es solo comunicar lo que se hace, sino hacerlo con integridad. En este sentido, el propósito corporativo se convierte en un eje articulador. ¿Qué mueve a la organización? ¿Qué valor aporta al mundo más allá del negocio?

La comunicación en torno a la RSE ha pasado de lo declarativo a lo vivencial. Las empresas que entienden esto logran conectar mejor con sus audiencias y construir confianza. La coherencia entre lo que se dice y lo que se hace es el verdadero diferencial reputacional.

He visto cómo organizaciones que integran modelos como ASG (ambiental, social y de gobernanza) transforman no solo su narrativa, sino también su estructura y cultura interna. Estos modelos permiten articular compromisos medibles que trascienden el marketing y se convierten en valor tangible para todos los actores involucrados.

En definitiva, la imagen y la reputación no son metas, son consecuencias. Son el reflejo del compromiso, del propósito y de la manera en que una empresa se relaciona con el mundo. Y en un entorno donde la sostenibilidad ya no es opcional, construir reputación desde la responsabilidad social no es solo deseable, es urgente.

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