ESG no es una moda es una necesidad

Por Mtra. Isabel Sánchez Sánchez

En las últimas décadas, tanto la sociedad como las empresas han tomado conciencia de la relevancia, impactos, riesgos y consecuencias que supone el cambio climático.

La transición hacia una economía baja en carbono y emisiones netas en 2050 fue establecida por la comunidad internacional a través del Acuerdo de París sobre el cambio climático en 2015. Este objetivo se recoge en La Ley Europea del Clima, (Regulación (EU) 2021/1119 del Parlamento Europeo y del Consejo) donde se plantea el compromiso de la UE con la neutralidad climática para 2050 y el objetivo intermedio de reducir las emisiones netas de CO2 en un 55 % como mínimo de aquí a 2030, lo que supone todo un reto.

Para su consecución han de llevarse a cabo importantes cambios que afectan a la totalidad de sectores y actividades económicas, así como a sus modelos de negocio.

El cumplimiento de los objetivos establecidos en el acuerdo de París y el Pacto Verde Europeo son las principales estrategias de la UE para conseguir dicho objetivo de neutralidad.

En este sentido, la sostenibilidad ha pasado de ser un aspecto estético o de marketing a ser un aspecto estratégico para la supervivencia de las compañías que actualmente tienen necesidad de gestionar. Dicho término se puede entender como “la satisfacción de las necesidades presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades” (Brundtland y Khalid, 1987) y, por tanto, ha evolucionado desde la publicación del informe Brudtland de 1987, hasta la concepción tridimensional vigente que incluye aspectos sociales, económicos y medioambientales, que se interrelacionan entre sí.

La Agenda 2030 está siendo un pilar y hoja de ruta muy importante para las compañías de cara a llevar a cabo un desarrollo sostenible. Así, en el ámbito corporativo, como ya se ha mencionado, la sostenibilidad se engloba dentro de los criterios ESG (Environment, Social and Governance). Este acrónimo ha sido la evolución de lo que en la década de los 2000 se conocía como RSC (Responsabilidad Social Corporativa) en respuesta a un descontento creciente de la opinión pública sobre el daño causado por compañías que priorizan los resultados a corto plazo a base de actuaciones incompatibles con una estrategia sólida a largo plazo.

El creciente enfoque de estos criterios en la inversión supone un beneficio tanto a nivel social como para los inversores.

Las preferencias por empresas con altas calificaciones ESG pueden conducir a menores costes de capital que fomentan la inversión en tecnologías verdes. Además, una calificación ESG alta puede funcionar como una forma de protegerse contra eventos climáticos y cambios inesperados en la regulación ambiental. Sin embargo, ambos beneficios tienen un coste en forma de rendimientos esperados más bajos para los inversores, pero que muchos están dispuestos a asumir.

Un punto muy cuestionado es si la integración de los criterios ESG y la CSR (Solicitud de Firma de Certificado Certificate Signing Request) aumentan o disminuyen el valor y rendimiento de la empresa, o si las empresas con mayor valor y mejor rendimiento tienen capacidad para tomar mejores decisiones respecto a estos aspectos.

Pero es importante plantear que la sostenibilidad se puede entender como un proceso que se centra en la viabilidad económica a largo plazo, por una parte, para maximizar el valor de la empresa para los accionistas mientras tambien se protegen los intereses de otras partes interesadas al lograr beneficios de actuación en aspectos ambientales, sociales y de gobernanza. El desempeño de la sostenibilidad puede afectar tanto al comportamiento del consumidor como a la reputación corporativa y, por lo tanto, los riesgos ESG afectan al desempeño de las carteras de inversión, así como a la relación entre desempeño financiero y no financiero y el coste de capital.

Una fuente de incertidumbre para los inversores está representada por la falta de información sobre si los mercados financieros están anticipando la introducción de cambios en las políticas y poniendo precio al riesgo de “permanecer marrón” frente a las oportunidades de “volverse verde”, no obstante, aunque la integración de los criterios ESG puede reducir riesgos e incrementar el valor de la firma las compañías deben cuestionarse como están llevando a cabo todo este proceso que puede impactar a los distintos actores

En todo este proceso están involucrados diferentes grupos de interés o stakeholders con distintos objetivos e intereses, entre otros:

  • Supervisores y organismos regulatorios: que insisten en la necesidad de introducir los riesgos climáticos en las herramientas de evaluación de riesgos financieros y en las políticas prudenciales.
  • Inversores: que plantean la necesidad de divulgar y evaluar los riesgos climáticos en sus carteras e introducir cambios para mejorar las consideraciones en sus decisiones de inversión; y por consiguiente que los formuladores de políticas introduzcan cambios climáticos efectivos, políticas para una transición ordenada baja en carbono, considerando qué sectores económicos y actores financieros son o no más vulnerables.
  • Entidades financieras: que necesitan gestionar el riesgo a largo plazo para asegurar su supervivencia, así como llevar a cabo evaluaciones y adaptar sus marcos de actuación y mejorar sus procesos de divulgación de información para ayudar al problema de disponibilidad de datos con relación al riesgo climático. (Billio, Costola, Hristova, Latino, y Pelizzon, 2022)

Existen determinadas ventajas e inconvenientes para cada uno de los actores, pero las ventajas pesan más que los inconvenientes.

Respecto a las principales ventajas se podría mencionar que la relación entre el rating ESG y el desempeño de las compañías concluyendo que tienen un desempeño operativo y un valor más alto aquellas firmas que consideran la sostenibilidad, dándose una correlación positiva entre el score de la firma y su desempeño, observando que aquellas compañías con mejor rating ESG tienen un mejor desempeño financiero y haciendo que los clientes pueden llegar a sentirse más seguros al consumir bienes o servicios de empresas que cumplen con criterios ESG, ya que estas empresas se preocupan por la sostenibilidad y la responsabilidad social.

Para los inversores, la inversión a largo plazo y en algunos casos, la mejora del rendimiento financiero. Además, la incorporación de dichos criterios supone determinada protección, en términos reputación, en sus consideraciones morales y éticas y en el cumplimiento de determinados aspectos legales que pueden tener tanto implicaciones financieras como no financieras y para las empresas, igualmente puede mejorar la reputación y la relación con los clientes, y puede mejorar la eficiencia operativa y reducir los costes a largo plazo.

Ante la complejidad de la relación entre cambio climático, la economía y las finanzas, existe necesidad de definición de nuevas metodologías que sirvan para considerar políticas climáticas y regulaciones destinadas a preservar la estabilidad financiera que afecta a los distintos actores.

Por consiguiente, las empresas necesitan incorporar estos criterios ESG, ya que son fundamentales para evaluar y gestionar los riesgos a los que están expuestas y para asegurar la sostenibilidad financiera y ambiental en el futuro.

Por último, empresas con una gobernanza sólida tienen una mejor gestión de los riesgos, una mayor transparencia y responsabilidad y una mejor capacidad para hacer frente a estos desafíos actuales.

Con todo ello, dichos criterios ESG son vitales para e incorporar estos en la toma de decisiones ayuda a que se puedan tomar decisiones más informadas y responsables que beneficien tanto a los inversores como al medio ambiente y la sociedad en general.

Para conseguir algunos de estos hitos, las entidades están creando, dentro de su modelo, tres líneas de defensa de las áreas globales de sostenibilidad, para dar un impulso y prioridad a todos estos aspectos e integrarlos correctamente en su gestión.

Algunos podrían argumentar que se ha convertido en una “moda” en ciertos círculos. Sin embargo, la sostenibilidad, en su esencia, es una necesidad fundamental y un imperativo ético que va más allá de las tendencias pasajeras. Se refiere a la capacidad de satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas. Esto implica un equilibrio entre el crecimiento económico, la conservación del medio ambiente y la equidad social.

Desde esta perspectiva, la sostenibilidad no es una moda, sino una condición esencial para asegurar un futuro viable y justo para todos. Los desafíos ambientales como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la deforestación y la contaminación, junto con problemas sociales como la desigualdad y la pobreza, hacen que la adopción de prácticas sostenibles sea más crítica que nunca.

Adoptar la sostenibilidad implica cambios profundos en cómo vivimos, trabajamos y nos relacionamos con el mundo natural. Esto incluye desde decisiones individuales, como reducir el consumo de recursos y la producción de desechos, hasta políticas gubernamentales que fomenten la economía verde, la energía renovable y la justicia social.

La idea de atención de su importancia y urgencia. Mientras que las modas son pasajeras y cambiantes, la necesidad de prácticas sostenibles es permanente y está fundamentada en la realidad de nuestros límites planetarios y sociales. La verdadera sostenibilidad requiere compromiso a largo plazo, innovación y cooperación a todos los niveles de la sociedad.

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