Por Concepción M. Valadez Obregón
Delegada de comunicación
En un mundo que parece moverse cada vez más rápido, donde las prioridades cambian al ritmo de los titulares, existen instituciones que nos recuerdan lo esencial: ayudar es el acto más transformador que existe. La Soberana y Militar Orden de San Juan de Jerusalén, Rodas y Malta —mejor conocida como la Orden de Malta— lleva más de nueve siglos demostrando que la solidaridad no tiene fronteras ni fecha de caducidad.
Su historia es un viaje profundo por la dignidad humana. Nacida en Jerusalén en el siglo XI, la Orden comenzó atendiendo peregrinos y enfermos, evolucionando con el tiempo hasta convertirse en una fuerza internacional de ayuda médica, humanitaria y social. Hoy, con presencia en más de 120 países, su labor encarna los principios de caridad, respeto y compromiso, con una visión clara: servir a quienes más lo necesitan, sin distinción alguna.
Humanitarismo en acción: México como ejemplo de solidaridad
La Orden de Malta llegó a México en 1953 y desde entonces ha consolidado su presencia como un actor fundamental de la responsabilidad social. En un país donde la desigualdad y la vulnerabilidad ante fenómenos naturales son constantes, la Orden ha sabido tejer una red de apoyo basada en la empatía y la cooperación.
Desde brigadas médicas y programas de nutrición infantil, hasta proyectos de reconstrucción tras desastres naturales, la Orden trabaja con un enfoque profundamente humano. Su acción no se limita a dar asistencia, sino que busca transformar las causas estructurales de la pobreza y la exclusión, promoviendo modelos sostenibles de desarrollo.
Uno de los programas emblemáticos es “Ayúdame a Crecer”, centrado en combatir la desnutrición infantil, así como el Programa de la Soya, que enseña a comunidades vulnerables a aprovechar este alimento de alto valor nutricional y bajo costo, fomentando la autosuficiencia alimentaria.
Responsabilidad social que inspira
Lo que distingue a la Orden de Malta no es solo su historia, sino su visión estratégica de la responsabilidad social. Para ellos, ayudar no es un gesto ocasional, sino un compromiso permanente con la dignidad humana. Su enfoque combina la asistencia inmediata con acciones de largo plazo: educación, salud, desarrollo económico y apoyo comunitario.
Durante el terremoto de 2017, la Orden fue una de las primeras en llegar a zonas afectadas como Guerrero, entregando medicamentos, alimentos y materiales de reconstrucción. En cada misión, el objetivo es el mismo: restituir la esperanza y reconstruir el tejido social.
Además, la institución se ha destacado por su apoyo a adultos mayores, personas con discapacidad y familias en extrema pobreza, demostrando que la verdadera inclusión comienza al mirar de frente las realidades olvidadas.
Una red global que multiplica el impacto
A nivel internacional, la Orden de Malta mantiene relaciones diplomáticas con más de 110 países y organismos como la ONU, lo que le permite actuar con rapidez y coordinación frente a emergencias humanitarias. Su neutralidad y carácter apolítico la convierten en un puente de confianza y cooperación en contextos de crisis.
Un ejemplo claro fue su intervención al inicio del conflicto en Ucrania, cuando fue de las primeras instituciones en enviar ayuda y establecer campos de refugiados junto al gobierno de Polonia. La neutralidad humanitaria no solo le da legitimidad, sino que demuestra que la solidaridad no necesita banderas.
El reto de seguir haciendo el bien
A pesar de su impacto, los desafíos son enormes. México enfrenta un crecimiento constante de la desigualdad, la inseguridad alimentaria y el desplazamiento forzado. Las crisis ambientales y los desastres naturales también exigen respuestas más rápidas, sostenibles y coordinadas.
La Orden de Malta entiende que el futuro del humanitarismo depende de las alianzas entre gobiernos, empresas y sociedad civil. Su trabajo es un recordatorio de que la responsabilidad social no es una tendencia, sino una forma de construir comunidad y futuro.
Más allá de la ayuda: el poder de servir
En tiempos donde la competitividad parece dominarlo todo, la Orden de Malta nos devuelve al origen del propósito humano: servir con empatía y coherencia. Su legado no está en los números, sino en las vidas que transforma.
La verdadera responsabilidad social no se mide en informes ni reconocimientos, sino en el impacto que genera cuando una mano se extiende y encuentra otra. Porque al final, hacer el bien no es una opción… es la mejor inversión en humanidad.
Por Concepción M. Valadez Obregón
Delegada de comunicación



