¿Qué tan moderno es el concepto de sustentabilidad? Un viaje hacia las comunidades prehispánicas

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En un artículo reciente, me refería a las comunidades indígenas como comunidades originarias. Insisto en que este término pone en valor las características más arraigadas de nuestra cultura frente a una realidad moderna y urbana. Sin embargo, esta vez, quisiera invitar a una reflexión sobre nuestros orígenes. Hacer un viaje en el tiempo para revisitar rápidamente nuestras comunidades prehispánicas, de las cuales aún tenemos mucho que aprender para asegurar su participación, preservar la naturaleza de su cultura y reconocer el valor de sus conceptos de sustentabilidad, hoy más actuales que nunca.

Por Rodrigo Kambayashi*

 

De manera general, las comunidades prehispánicas evolucionaron en un estrecha relación con su medio ambiente sin que sea el resultado de una armonía forzada o una moda marketera. Esta íntima correlación se construyó gracias a una constante interacción de símbolos claves, especialmente importantes por los sistemas económicos y religiosos.

De manera general, las comunidades prehispánicas evolucionaron en un estrecha relación con su medio ambiente sin que sea el resultado de una armonía forzada o una moda marketera. Esta íntima correlación se construyó gracias a una constante interacción de símbolos claves, especialmente importantes por los sistemas económicos y religiosos.

La agricultura era la base de la economía y está íntimamente relacionada con otro concepto que equilibra esta dualidad: el Cielo; del cielo viene la lluvia, es donde están el Sol, la Luna y las estrellas. El hecho de que estas comunidades prehispánicas tenían tan presente estos elementos en su vida cotidiana nos da pistas para entender esa “armonía” que tenían en cuenta para tomar las decisiones económicas, así como la concepción misma de desarrollo.La idea de crecimiento estaba profundamente ligada a preservar los símbolos religiosos que influyen el sistema social: la Tierra, el Sol, la Lluvia, y las plantas y animales.

Entre dimes y diretes, estos símbolos claves permean en todos los estratos sociales en cualquier cotidiano. Se construyen conocimientos sobre estos y sirven como referencia para tomar cualquier decisión. Imagino las pláticas de nuestros antepasados cuando hablaban entre el enojo de cierto Dios que les castigaba con una sequía, sentados enfrente del plantío de maíz mientras que otros hacían trazos en la tierra para describir cómo la Luna sería en los próximos días y cómo afectaría la cosecha de calabazas pues un Dios Jaguar fue visto en las cercanías.

Estos símbolos se entrelazan continuamente para crear sistemas más complejos como el económico, gracias a las decisiones microeconómicas de cada individuo en estas comunidades. Estos sistemas son el resultado de las representaciones de la cultura popular, construida gracias a nuestros intereses, bromas y expresiones del día a día. Una mezcla entre creencias y aspiraciones impregnados de una presión social de aceptación. Preguntas como ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? están íntimamente relacionadas con preguntas como ¿De qué hablamos todos los días? ¿Qué nos preocupa?¿ Qué nos molesta?

Hoy en día, y gracias a ciertos “avances” epistemológicos nuestra concepción del sistema se basa en otros símbolos un poco más artificiales. Hemos dejado de tener en cuenta los símbolos naturales y los hemos reemplazado por otros que son puras construcciones sociales: La moneda, los métodos de su posible acumulación y sus aplicaciones en función de una presión social. Las discusiones de hoy en día se basan en valores, mercados y tendencias. ¿Cuántas de nuestras conversaciones hoy en día se basan en el consumo desmesurado para aspirar a una aceptación social más privilegiada?

Los elementos de nuestras conversaciones se basan en una realidad construida deliberadamente por un sistema económico cada vez menos natural, pero que lo hemos asimilado tan bien que es invisible para nosotros. Y ahí radica ese peligro. Un ejemplo concreto aplicado a un producto: Un tomate bio: Es un producto relativamente nuevo en el mercado, sin embargo, es “nuevo” porque en nuestra realidad inmediata no existía pero que siempre ha existido en la naturaleza. Y esa debería ser la base de nuestra discusiones, no al contrario. El término correcto sería nombrar a los otros tomates, tomates con pesticidas y químicos agregados.

Independientemente de la congruencia con nuestras raíces, en aquella época la naturaleza no era considerada un elemento más, sino el Todo. Las actividades económicas racionalizadas tomaban en cuenta los diferentes símbolos para aumentar los resultados producidos por el sistema para estar en armonía con todo el entorno. Nuestros dogmas de fe crean nuestros creencias económicas. De ahí que nuestras prioridades sociales se definen día a día, inconscientemente, en nuestras pláticas cotidianas con nuestros cercanos. Lo importante es reconocer cuáles son los símbolos “artificiales” e impuestos que valen la pena reproducir para construir nuestro entorno y nuestro futuro de la mejor manera.

Por lo tanto, nuestra perspectiva de sustentabilidad puede estar más forzada cuando en realidad, debería de ser de lo más natural. La sustentabilidad, así como los principios de economía circular no son nuevos en sí, sino que son un descubrimiento moderno ya existente en la naturaleza. Ambas condiciones necesarias para la supervivencia de nuestra especie en total armonía con nuestro entorno.

 

*Rodrigo Kambayashi: Maestro en Sociología Organizacional y candidato a doctor en Sociología Económica por la Universidad de París Sorbonne en el tema de la RSE. Profesor de ética de negocios y RSE en el IESEG School of Management, Paris. Correo Electrónico: [email protected]

 

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