Confianza sin fianza
Profesor del área de Factor Humano de IPADE Business School
Dijo Confucio a su discípulo Tsze-Kung: “Los reyes necesitan tres cosas para gobernar: armas, comida y confianza. Si un gobernante no puede poseer las tres, en primer lugar, debe prescindir de las armas; luego, si es necesario, de la comida; pero nunca debe perder la confianza” (Analectas
de Confucio).
Todos coincidimos en la importancia de la confianza como ingrediente esencial para la generación y mantenimiento de las relaciones. Sin ella no habría transacciones económicas, acuerdos, amistades, familia… no podríamos ni siquiera cruzar la calle o pedir un café. Sin la confianza, todo se cae. Quizás podríamos estar sin armas, incluso sin comida (al menos por algún tiempo), pero no sin confianza. La pena es que, desde finales de los años ochenta, las encuestas han mostrado un progresivo debilitamiento de la confianza, en especial hacia organizaciones que durante siglos han sido la columna vertebral de la sociedad.
De hecho, el barómetro de confianza que publica Edelman ha bautizado el 2022 como el año del ciclo de la desconfianza, liderada por la desconfianza en los Gobiernos y en los medios de comunicación. Por ejemplo, la preocupación por las noticias falsas ha alcanzado su máximo histórico a nivel mundial con 76 %, y en México en un 82 %.
Las cifras empeoran cuando se pregunta sobre la credibilidad que inspiran los líderes que gestionan esas realidades. Creo que baste resaltar uno de los datos que arroja el informe: el 67 % de las personas creen que los periodistas y reporteros no dicen la verdad o que deliberadamente mienten (un 66 % piensa lo mismo de sus gobernantes). Como consecuencia, los círculos de confianza son cada vez más locales.
Pero ¿qué significa confianza? ¿en qué consiste? Una de las definiciones de confianza más aceptadas en el mundo de la investigación del management es aquella dada por Mayer en la que define la confianza como “la voluntad de una de las partes a ser vulnerable a las acciones de la otra parte con base en la expectativa de que ésta última realizará una acción particular importante para el que confía, independientemente de la capacidad de monitorear o controlar a esa otra parte”.
Hacerse vulnerable con base en unas expectativas. Ceder el control al otro porque creo que lo va a conseguir, porque está mejor capacitado, porque tiene más experiencia, porque está mejor conectado. Porque se preocupa verdaderamente de mí. Porque así me lo ha demostrado. Por eso, hoy más que nunca, es la hora de las empresas y de sus empresarios y directores. Así también lo recoge el estudio de Edelman: esta situación ha suscitado que el liderazgo social sea ahora una función esencial en los negocios: todos los stakeholders exigen que las empresas rindan cuentas. Eso explica por qué un 60 % de las personas compra marcas, trabaja o invierte según sus creencias y valores. Ya no vale cualquier cosa.
No sólo eso, sino que ha aumentado considerablemente la confianza en el empleador. Un 77 % de la población dice confiar en su empleador, y en México sube hasta un 85 %. Es el empleador la fuente de información más creíble. Por eso se espera que sean los CEO -los directores de empresa- los verdaderos representantes del cambio y que asuman mucho más protagonismo en materias de política pública.
La incompetencia de los Gobiernos y su falta de ética debe ser compensada por la profesionalidad y buen hacer de las empresas, para abordar no sólo temas laborales sino, sobre todo, las cuestiones sociales: cambio climático, desigualdad económica, acceso a la salud, etc. Sabiendo que no sólo es un tema de crecimiento económico. Es importante, pero no es lo único.
Creo que el punto clave va a ser el que comentaba José Medina Mora, presidente de Coparmex, en una entrevista que le hicieron el pasado marzo en la que afirmaba que una empresa no se reduce a su razón social o a sus edificios, sino que las empresas son las personas que la forman y en la medida que crezcan ellas, crecerá la empresa. Por tanto, hay que impulsar la formación de las personas, su capacitación, para que puedan tomar mayores responsabilidades y así, no sólo obtener mejores ingresos, sino sobre todo progresar como profesionales. Esa es la mejor de las garantías: la verdadera preocupación de hacer crecer a nuestra gente en las empresas. Con-fianzas así, el éxito está asegurado.