Un nuevo informe de The Lancet lanza una alerta global: las juventudes del presente y del futuro enfrentan un punto de quiebre en términos de salud, bienestar y calidad de vida. A los desafíos ya conocidos —como la obesidad, la desnutrición o la salud mental— se suma un factor cada vez más determinante: el cambio climático.
Según el estudio, para el año 2100 cerca de 1,900 millones de jóvenes vivirán bajo los efectos del calentamiento global. Lejos de ser un escenario lejano, las consecuencias ya se sienten: olas de calor, inseguridad alimentaria, enfermedades crónicas y acceso limitado al agua marcan la vida diaria de millones de adolescentes. Las generaciones actuales serán las primeras en vivir toda su vida bajo la amenaza constante de crisis ambientales.
La salud mental también se ve profundamente afectada. El informe describe un declive global alimentado por la ansiedad climática, la falta de oportunidades y la ausencia de atención emocional adecuada. Sin inversión en servicios psicológicos y entornos seguros, el panorama solo se agravará.
En paralelo, los sistemas alimentarios fallan. Se proyecta que para 2030 más de 460 millones de jóvenes vivirán con obesidad o sobrepeso, resultado de entornos donde los ultraprocesados dominan la oferta y las políticas públicas brillan por su ausencia. Esto no solo afecta la salud física, sino también el rendimiento académico y las posibilidades de desarrollo personal.
La desigualdad termina de cerrar el círculo. Comunidades indígenas, rurales y marginadas enfrentan las consecuencias con menos recursos, lo que amplía la brecha generacional. El informe exige acción inmediata, cooperación internacional y políticas centradas en los derechos de los jóvenes. El mensaje es claro: si no se actúa hoy, el mañana será un terreno hostil para las nuevas generaciones.
