Rosa Marta Abascal O.
VP RSE Coparmex Nacional
Hoy abundan las empresas que se llenan la boca hablando de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), de ESG o de Objetivos de Desarrollo Sostenible. Hay reportes brillantes, campañas verdes, memorias sociales con gráficos impecables. Pero vale la pena preguntarnos con seriedad: ¿qué sentido tiene todo esto si la persona no está realmente en el centro?
Porque seamos claros: la RSE no es una moda ni un checklist para cumplir con estándares internacionales. No se trata de adornar el discurso con términos en inglés, ni de hacer marketing con acciones sociales aisladas. La RSE, vivida de manera auténtica, es la columna vertebral de la empresa, lo que garantiza coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Y esa coherencia solo existe si la dignidad de la persona es el criterio último de cada decisión.
La incoherencia de lo superficial
Podemos llenar nuestras paredes de certificaciones y sellos, pero si al interior de la empresa los trabajadores no tienen un salario digno, si no existe la posibilidad real de conciliar el trabajo con la familia, si la salud física y emocional se ignora, entonces no estamos hablando de RSE: estamos hablando de simulación.
Podemos presumir metas climáticas o programas de impacto social, pero si esas acciones no se traducen en bienestar concreto para las personas que sostienen la operación diaria, la empresa estará fallando en su misión más esencial.
La innovación que transforma vidas, no solo procesos
Innovar en RSE no es lanzar una app ni contratar un consultor de moda. Innovar en RSE significa encontrar caminos nuevos para garantizar que cada colaborador viva con dignidad: desde esquemas de flexibilidad laboral hasta mecanismos creativos de participación en utilidades, desde plataformas digitales que faciliten la educación continua hasta programas de salud integral accesibles para todos.
La verdadera innovación no es tecnológica: es humana. Es la capacidad de pensar distinto para que la persona y su familia estén mejor, hoy y mañana.
Diagnosticar, formar, transformar… con la persona al centro
El Protocolo UNIAPAC nos ofrece una brújula clara: diagnosticar, formar y transformar. Pero ese camino no tiene sentido si se convierte en un trámite vacío. Diagnosticar sin mirar el rostro de los trabajadores es ceguera. Formar sin cultivar criterio humano es estéril. Transformar sin tocar la vida real de las personas es pura fachada.
Por eso, cada etapa de la RSE debe preguntarse siempre: ¿cómo impacta esto en la dignidad de la persona? Si no hay respuesta clara, entonces no estamos hablando de RSE, estamos hablando de otra cosa.
El diálogo social no es un lujo, es condición de futuro
Tampoco sirve hablar de responsabilidad social sin abrirnos al diálogo con los otros actores: trabajadores, sindicatos, gobiernos, universidades, sociedad civil. El diálogo social es el terreno donde se prueba si de verdad estamos dispuestos a poner a la persona por encima de los intereses particulares.
Un diálogo que no se reduce a negociar prestaciones, sino que se atreve a discutir el sistema de cuidados, la salud mental, la equidad real, la justicia en la distribución de la riqueza. Ese es el diálogo que transforma, el que construye futuro.
La interpelación que necesitamos
Hoy queremos interpelar a todas las empresas: si tu estrategia de RSE no coloca a la persona y su familia en el centro, no sirve. No importa cuántos reconocimientos internacionales presumas ni cuántos reportes publiques. Si detrás de tu “responsabilidad social” hay precariedad, indiferencia o incoherencia, estás traicionando la esencia misma de la empresa como comunidad humana.
La trascendencia de la RSE está en la coherencia y en la constancia. Coherencia para que cada decisión refleje la dignidad de la persona. Constancia para que no sea un programa pasajero, sino un estilo permanente de ser empresa.
En COPARMEX creemos que la empresa que no se compromete con la persona pierde el rumbo. La empresa que no transforma la vida de sus colaboradores y comunidades está condenada a ser irrelevante, aunque sea rentable.
La RSE no es un lujo ni una moda: es la prueba más seria de la grandeza y del propósito de la empresa. Y al final, solo una cosa cuenta: ¿quién está mejor gracias a lo que hacemos? Si la respuesta no es “las personas”, todo lo demás es humo.



