Ciudadanía corporativa hoy, para un desarrollo sostenible a futuro

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Por Luis Felipe Martí Borbolla

Profesor del área de Factor Humano de IPADE Business School.

La noción de ciudadanía ha ido evolucionando significativamente desde la construcción de las primeras grandes urbes en la antigüedad. Aristóteles (s. IV a.C.) fue uno de los primeros grandes autores que reflexionó sobre la ciudadanía en su obra de filosofía política; y posteriormente, con el auge de la cultura romana, Cicerón (s. II a.C).  La concepción que tenía Aristóteles de la ciudadanía estaba relacionada con la naturaleza social del ser humano que no puede llegar a su plenitud si no es dentro de una comunidad. Cicerón, siguiendo la teoría llamada de los círculos concéntricos, estipula una dimensión mucho más amplia de la ciudadanía hacia un horizonte más global: la humanidad en general; de esta manera se expanden las fronteras y leyes de ciudadanía de un solo Estado, hacia una interconexión más internacional.

Lo que me gustaría resaltar de esta consideración clásica de la ciudadanía es que se concibe la realidad del ser humano como un ser social; que desde su nacimiento está implicado en numerosas relaciones con su entorno: ya sean las condiciones climáticas, ambientales y naturales, como las diferentes personas con las que convive y se desarrolla. Y de esta realidad evidente y empírica surge la reflexión sobre qué tipo de participación tiene que tener el individuo en la comunidad, y la comunidad para el individuo.

El término ciudadanía corporativa fue introducido en la década de 1980, o incluso antes, principalmente a través de profesionales, para indicar prácticas corporativas filantrópicas y la preocupación de las empresas por la comunidad en la que operaban. Cabe resaltar que las empresas no se pueden ver como organismos aislados y carentes de un impacto en su entorno, ya que desde los inicios de la civilización se tiene clara la interdependencia social y con el entorno; además de que se veía a la ciudadanía como la oportunidad de participar en la vida pública con la responsabilidad de velar por los intereses de la comunidad.

La ciudadanía corporativa es la consideración de que las empresas también son parte de una sociedad y conllevan cierto tipo de responsabilidades y compromiso con ella. Realmente las empresas no pueden existir fuera de una sociedad, la  que les proporciona todo tipo de recursos (materiales, ubicación, infraestructura, mano de obra, interconexión, servicios en general…), y al mismo tiempo ellas, las empresas, ofrecen la oportunidad de desarrollo y la generación de riqueza para sus individuos.

Saber que las empresas son ciudadanos tiene como consecuencia el sentirse parte de una colectividad que de cierta manera necesita de ellas, y por otro lado, les permite subsistir. Es por ello que una excelente estrategia de sustentabilidad requiere que los directivos tengan una fuerte consciencia de su participación en la sociedad y de los beneficios que esto les da.

Una excelente estrategia de negocios conllevará la consideración de la globalidad del negocio y buscará las mejores prácticas de ciudadanía para que la sociedad se siga desarrollando y mejorando sus condiciones. Integrar este apartado en la reflexión de la responsabilidad social busca fomentar una actitud de mayor pro-actividad y protagonismo por parte de las empresas en la sociedad fuera de un esquema de pensamiento autoreferencial o narcisista. Las empresas a diferencia de los individuos tienen un mayor poder de influencia y alcance en su entorno, y con ello, una mayor responsabilidad del uso de sus recursos para asegurar un presente y futuro sustentable.

La realidad de una sociedad mucho más interconectada e interrelacionada gracias a las nuevas tecnologías de información y comunicación, y la globalización, permite lograr con mayor éxito las iniciativas de impacto social. La economía en muchos aspectos no sólo depende de una sola nación, sino de una serie de cadenas de suministro y valor interrelacionadas; vivimos una ciudadanía auténticamente mundial dentro de la economía globalizada.

La ciudadanía corporativa ya no es un tema que pueda pasar por irrelevante en la práctica empresarial. Lograr la armonía en estas diferentes relaciones laborales, tanto a nivel interno como externo, ha llegado a ser una auténtica prioridad para que las empresas y la sociedad sean suficientemente sustentables en el futuro.

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