Investigadores japoneses han creado un nuevo tipo de plástico que se desintegra en agua salada en solo tres horas, lo que podría marcar un punto de inflexión frente a la contaminación marina por microplásticos.
El desarrollo, realizado por el Centro para la Ciencia de la Materia Emergente (CEMS) de RIKEN y la Universidad de Tokio, conserva la resistencia de los plásticos convencionales pero se disuelve completamente sin dejar residuos tóxicos. Esto lo convierte en una alternativa prometedora a los materiales actuales, que suelen fragmentarse y generar microplásticos altamente contaminantes.
Un avance clave contra los microplásticos
A diferencia de otros materiales biodegradables, este nuevo plástico japonés regresa a sus componentes originales mediante un enlace salino entre monómeros iónicos. Su degradación rápida y limpia evita la generación de microplásticos, que hoy afectan tanto la salud humana como la biodiversidad marina.
Cada año, entre 23 y 37 millones de toneladas métricas de plástico llegan al mar. En 2020, se liberaron 2.7 millones de toneladas de microplásticos, y ya se han detectado en órganos humanos. La innovación japonesa busca cortar este ciclo.
Sin planes de venta, pero con alto interés
Aunque todavía no se ha comercializado, sectores como el embalaje ya muestran interés. Japón, donde la mayoría de los envases son plásticos, es un escenario ideal para probar este nuevo material y avanzar hacia una economía circular.
Oportunidad para empresas sostenibles
El desarrollo abre la puerta a que compañías adopten este tipo de materiales como parte de sus estrategias de sostenibilidad. Reducir el uso de plásticos convencionales puede representar beneficios ambientales, regulatorios y reputacionales.
Para que el avance tenga impacto real, se requiere colaboración entre industria, gobierno y ciencia. La solución tecnológica existe; el reto es escalarla y aplicarla a tiempo para proteger los océanos.