Día Mundial de las Personas con Discapacidad Un reto para la inclusión
Por Dr. Emmanuel Duvignau D.
En México, la población estimada con discapacidad es de más de 5 millones 700 mil personas (INEGI, 2010) mientras que a nivel mundial esta cifra la constituyen más de mil millones de personas, es decir, un 15 % de la población mundial (OMS, 2020). La frecuencia de las personas en condición de discapacidad va en aumento debido -entre otras causas- al incremento de la prevalencia de enfermedad crónica en los adultos y a una mayor sobrevida de neonatos con antecedentes de alto riesgo neurológico y otras afecciones genéticas y congénitas.
Ante este drástico aumento, los esfuerzos por promover y fomentar la inclusión plena y efectiva de las personas con discapacidad han sido insuficientes en México y el resto de Latinoamérica, a diferencia de lo que ocurre en este rubro en Estados Unidos, Europa y muchos países del Continente Asiático en el que las barreras que tienen que superar las personas con discapacidad cada vez son menos y los procesos de inclusión están a la orden del día.
Ante una condición médica ya sea temporal o permanente, la interacción con el entorno es la que define la condición de discapacidad de cada persona que la presenta; intervienen de manera predominante factores ambientales y personales que van a clasificar a esta condición como leve o severa. Por ejemplo, supongamos que un niño de 12 años presenta una lesión cerebral permanente y no progresiva pero que le permite caminar, hablar y manipular objetos con las manos; en este caso, el menor tiene muy altas probabilidades de desempeñarse de manera exitosa dentro de su entorno; mientras que por otro lado tenemos a una niña con una lesión cerebral no progresiva pero que a diferencia del primer caso, ella requiere de una silla de ruedas propulsada por un cuidador para trasladarse, interactúa pobremente con su entorno, apenas emite dos palabras completas y no es capaz de manipular objetos. Hablando de inclusión: ¿Ambos presentan los mismos retos?
Evidentemente no. Por ello el entorno puede ofrecernos un sin fin de barreras para la inclusión, en el caso del ejemplo de la niña con la lesión cerebral, muy probablemente requiera de un sistema educativo especial, eliminación de barreras arquitectónicas en múltiples espacios públicos y privados, un sistema de salud que le ofrezca un sistema de rehabilitación integral y multidisciplinario centrado en la familia, acompañamiento psicológico, ayudas técnicas especiales (silla de ruedas, bipedestador, asientos especiales, etc.), sistemas de comunicación alternativa y/o aumentativa, y así podríamos seguir con renglones de todo lo que ella podría necesitar para su plena inclusión y la pregunta esencial es: ¿Quién va a proveer lo necesario para alcanzar este fin?
Ejemplos como los anteriores sobran en nuestro país; la población con discapacidad (ya sean adultos o niños) tiene diversas necesidades que deben -o deberían- actuar como facilitadores dentro del proceso de inclusión y a pesar de los esfuerzos que la sociedad y el gobierno hacen por lograr un país más incluyente los recursos no bastan. En la Ley General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad (DOF 12-07-2018) se establecen las políticas públicas mínimas que deberían garantizar la defensa de los derechos humanos y la inclusión de las personas con discapacidad en un modo multidimensional que incluye entre otros la inclusión educativa, la inclusión laboral, un sistema de salud de calidad, la accesibilidad y la vivienda, el transporte público y las comunicaciones.
Muy poco de lo estipulado en esta Ley se cumple. La convocatoria no ha sido del todo efectiva y es motivador para todas y todos los mexicanos ver, por ejemplo, como en los juegos paralímpicos, nuestra Delegación siempre regresa con preseas; es motivador… pero al mismo tiempo es triste saber que gran parte de ese esfuerzo lo hicieron esos grandes atletas con el mínimo de recursos proporcionados por quien debería ser su gran mecenas.
Pero hay otro modo de ver la discapacidad y es darnos cuenta de las capacidades residuales de cada individuo en esta condición. Con esto me refiero a darnos cuenta de lo que la persona es capaz de hacer para así potenciar esas habilidades, logrando en el mejor de los casos que sean empleadas para atender a sus intereses, a sus necesidades y así contribuir a mejorar su calidad de vida e independencia. Si únicamente nos enfocamos en lo que una persona con discapacidad NO puede hacer, entonces podemos caer en el estancamiento funcional y pasamos a ser parte de una barrera más en su vida.
La CIF (Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud, OMS) engloba de manera integral para cada persona las estructuras y funciones que se encuentran afectadas, las actividades que se encuentran limitadas y el nivel de restricción que presenta dentro del proceso de participación dentro de su entorno incluyendo las barreras y los facilitadores que complican o favorecen su inclusión.
El Día Internacional de las Personas con Discapacidad es llamado por la Organización Mundial de la Salud como “un día para todos” haciendo alusión a la discapacidad como una condición inherente al ser humano, se conmemora cada 3 de diciembre y fue declarado en el año 1992 por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas con el objetivo de promover los derechos y el bienestar de las personas con discapacidades en todos los ámbitos de la sociedad y el desarrollo, así como concienciar sobre su situación en todos los aspectos de la vida política, social, económica y cultural.
En algún momento de nuestra vida la vamos a presentar ya sea de un modo parcial, total, temporal o permanente. Es por eso por lo que todos los miembros de la sociedad fomentemos el proceso de inclusión desde nuestros hogares, desde nuestros lugares de trabajo y aportar día a día con algún cambio benéfico dentro de nuestro entorno que incremente la aceptación, tolerancia e inclusión de nuestros más de 5 millones de hermanos con discapacidad que se encuentran en el país.